miércoles, 7 de febrero de 2018

¿Poner música clásica a los niños los vuelve más inteligentes?

¿Quién no ha oído nunca hablar de la importancia de poner música clásica a los bebés incluso antes de nacer? Esta creencia, ahora un tanto en declive, alcanzó su apogeo allá por el 2000, donde intentar negarlo resultaba totalmente imposible. Sin embargo, ahora que el tiempo ha tranquilizado las aguas, merece la pena salir de una vez por todas de dudas. ¿Influye la música que oímos de pequeños en la inteligencia?


Todo esto empezó en el año 1991 con la publicación del libro ¿Por qué Mozart? del psicólogo y otorrinolaringólogo Alfred A. Tomatis. Allí, Tomasi proponía la idea de que la música de Mozart escuchada a determinadas frecuencias no solo ayudaría al oído en su recuperación, sino que también potenciaría el desarrollo del cerebro. Fue aquí donde se acuñó el "Efecto Mozart", pero nada de lo que comentaba tiene que ver con lo que masivamente se le conoce como tal. No será hasta varios años después que este efecto alcanzaría las masas.

1997. Don Campbell, músico y compositor, publica El efecto Mozart, libro donde afirma que a base de escuchar a Mozart desde pequeños podemos mejorar el desarrollo cerebral de los niños. Como pruebas de esto, citaba un experimento de 1993 donde, tras escuchar una sonata de Mozart durante 10 minutos, los participantes presentaban mejor razonamiento espacial que otros sujetos que estuvieron esos 10 minutos realizando relajación o en silencio. Ya para empezar, la respuesta inicial a este artículo fue altamente polémica. Cuando otros investigadores intentaron repetir el experimento a veces encontraban resultados similares, pero las más de las veces fueron incapaces de replicar esos efectos positivos. En segundo lugar, la mejora apenas se mantenía durante 10-15 minutos. Por último, estos experimentos nunca se referían a la inteligencia de los niños, sino a su ejecución de tareas de razonamiento espacial

Volvamos a 1997. Don Campbell publica su libro diciendo que Mozart es la clave para volver a los niños superdotados y se convierte en un éxito de ventas. Apenas un año después, el gobernador de Georgia Zell Miller propuso dedicar 105.000 dólares del presupuesto del estado a que todos los niños recién nacidos recibieran su CD de música clásica. Citándole de manera más o menos literal, "Nadie cuestiona que escuchar música a muy tierna edad afecta al razonamiento espacial y temporal, necesarios para las matemáticas e ingenierías, e incluso ajedrez". 

El único problema es que, como ya vimos antes, esto no es cierto.



Durante años el señor Campbell se ha dedicado a, básicamente, mentir descaradamente con cada nuevo libro y CD sobre el tema, anunciándolos siempre con que "estimulan e inspiran las mentes jóvenes, mejoran la inteligencia y ayudan a desarrollar el coeficiente intelectual". Todo esto es falso, y la última afirmación es una mentira tan descarada que hasta el propio Campbell tiene que ser consciente de ello. Durante toda la pasada década se han repetido estas investigaciones, y los resultados nunca han cambiado: el efecto Mozart no existe, sino que cualquier cosa agradable previa a la prueba mejoraba los resultados (escuchar una canción pop que les guste, leer un pasaje de una novela de Stephen King...). Es más, llegaron a darse acusaciones de intereses ocultos a la hora de publicar según qué estudios para favorecer el efecto, pues la mayoría de resultados positivos venían del mismo equipo de investigación.

Ahora bien, ¿por qué encontrábamos la mejoría temporal en el razonamiento espacial? Una teoría bastante extendida es que 10 minutos de silencio sin hacer nada crean tensión y dan a la prueba un aire de examen, y que ni el silencio ni la relajación cuentan con el efecto placentero de la música o la lectura. Asimismo, si la música sigue durante la prueba provoca un sonido de fondo que mejora la concentración. Esto es el equivalente a realizar un crucigrama en una cafetería llena de gente hablando donde somos incapaces de cotillear ninguna conversación o en un salón con otras dos personas hablando. Nuestro cerebro se distrae en el salón por culpa al captar la conversación, pero el sonido de la cafetería es demasiado variado y nos permite centrarnos más en el crucigrama.

Pero vamos, que nada de esto tiene que ver con la mejora del coeficiente intelectual o las altas capacidades.


Lo mejor es que estos CD cuestan 15 € la unidad y traen apenas 40 minutos de música. Mientras, otros recopilatorios de Mozart traen casi 10 horas de conciertos por solo 30€.

Así que nada. Ponerle música clásica a los niños no los vuelve más inteligentes, y si os intentan convencer de lo contrario mienten. Esto no significa que la música carezca de propiedades beneficiosas, pues éstas son múltiples y las exploraremos en un futuro texto; lo importante es recordar que el efecto Mozart, tal y como se ha anunciado durante años, es una estafa que busca aprovecharse de los deseos de padres por darles toda la ayuda posible a sus hijos. Sin más lo dejamos por esta semana, recordándoos que podéis usar la sección de comentarios para decirnos de qué temas os gustaría que hablásemos en futuros textos. 

Y hablando de temas... por si alguien tiene curiosidad, esta es la sonata de Mozart que ponían durante los experimentos:



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mejorar el rendimiento académico. A diferencia del señor Campbell,
 nosotros no afirmamos nada sin estar seguros de los resultados. 

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