miércoles, 6 de diciembre de 2017

¿Cómo podemos detectar un caso de acoso? ¿Qué deberíamos hacer?

Dados los últimos acontecimientos, el tema del acoso escolar vuelve a estar de actualidad en nuestra pequeña localidad. Así, consideramos de interés adelantar la publicación de algunos textos relacionados con el tema, aportando algunos predictores para detectarlo y pautas de actuación para el peor de los casos.


Cuando hablamos de acoso escolar (o bullying), nos referimos a toda forma de comportamiento agresivo en la cual alguien, de manera intencionada y repetida, causa a otra persona daño o incomodidad. El acoso puede tomar la forma de contacto físico, palabras o acciones más sutiles. Por último, el alumno acosado suele tener problemas para defenderse y no hace nada (provocaciones previas) para causar el acoso. 

Antes de que nadie salte con "El acoso forja carácter", "En nuestra generación también había acoso y no pasaba nada" o "Eso son tonterías de niños pequeños", dediquemos un párrafo a enumerar brevemente algunas de las consecuencias del acoso en los jóvenes. Para empezar, el acoso continuado genera problemas de autoestima y sentimientos de culpabilidad, fracaso escolar y trastornos de ansiedad y depresivos. Todo esto enlaza con una mayor proporción de problemas de salud mental que aquellos que no sufrieron acoso, dificultades en el establecimiento de amistades, un aumento de la probabilidad de que ellos mismos acaben siendo acosadores y, en casos extremos, suicidio o tentativas de suicidio. A esto debemos sumarle que con las nuevas tecnologías el acoso ya no conoce de lugares ni horas, pudiendo sufrir acoso en cualquier momento del día independientemente de las circunstancias que lo rodeen. 

Así que no, ni es un "juego de niños" ni "forja carácter". Al contrario. Por más que muchos se nieguen a aceptar su existencia, el acoso es algo muy peligroso en cualquiera de sus formas que ya ha destrozado demasiadas vidas. Porque sí, las cifras resultan escalofriantes. Según la Unesco, el 20% de los alumnos sufren acoso en la actualidad, aumentando las cifras en función del rango de edad o las condiciones individuales del joven (sexo, raza, orientación sexual...). Asimismo, un 34% de los menores de entre 11 y 13 años afirman haber sufrido acoso en los últimos 30 días, y un 8% se enfrenta a él de manera diaria. En España encontramos cifras similares, si bien en función del estudio seleccionado oscilan entre el 8% y el 75%. Aunque esta disparidad se explique en función de las acciones que cada investigador recoge como acoso (algunos se centran solo en cyberbullying, otros solo cara a cara) resulta incuestionable que el acoso es un problema de primer nivel en nuestra sociedad, y que debemos hacer todo lo posible como padres y educadores tanto para detectarlo como para eliminarlo.


¿Cómo podemos prevenirlo?

La prevención del acoso escolar no es algo sencillo, y debe darse desde todos los niveles posibles (aula, entorno familiar y dentro de los propios menores). Así, tanto padres como educadores tenemos una responsabilidad compartida en este respecto, debiendo colaborar para reducir su influencia en la medida que nos corresponda. Como padres, algunas pautas a seguir serían evitar comportamientos agresivos y palabras malsonantes en presencia de nuestros hijos, pues son fácilmente replicables hacia sus compañeros. En segundo lugar, inculcarles valores de responsabilidad, cooperación, solidaridad y humildad, enseñándoles a tratar a los demás con respeto y la importancia de comportarse como nos gustaría que nos trataran. Para esto resulta especialmente útil establecer límites a su conducta cuando consideremos oportuno.

Igualmente importante será reforzar su autoestima, pues a menudo los acosadores son jóvenes con déficits emocionales que atacan a los demás para sentirse mejor consigo mismos ("Igual yo no valgo para nada, pero Juanito es incluso más lamentable que yo"). Del mismo modo, debemos enseñarles a controlar sus emociones e impulsos, para que una vez en la escuela no canalicen esta frustración hacia sus compañeros injustamente, así como que sepan pedir disculpas y reconocer sus errores. Por último, resulta especialmente útil conocer a sus amigos y ver qué clase de relación tiene con ellos, pues al igual que los adultos los jóvenes cambian su comportamiento para sentirse aceptados por un grupo. Si el grupo que frecuenta nuestro hijo tiene tendencia a reírse de los demás o similares, es muy probable que con el tiempo él también asuma estas prácticas.

El profesorado, por su parte, deberá establecer un ambiente donde todos se sientan seguros a la vez que reprime aquellos comportamientos inapropiados y refuerza los positivos. Las actividades de cooperación y grupos resultan una buena forma de tender lazos y potenciar el compañerismo, pero deberán hacerlo con cuidado; tan importante es poner a los niños juntos como observar sus dinámicas. En caso de notar un comportamiento sospechoso en un alumno será prioritario hablar con ellos, resultando imprescindible contactar con el responsable en caso de confirmarse nuestras sospechas. Las charlas sobre acoso y ejercicios que potencien la empatía resultan igualmente útiles en estos casos.

Con todo, serán los alumnos quienes tengan la última palabra en esto y los auténticos encargados de ponerle fin al acoso escolar. De nada sirven los anuncios de la DGT si nosotros no nos ponemos el cinturón, y lo mismo sucede con el bullying. Son ellos quienes deben rechazar la violencia y el maltrato en sus relaciones con los demás, y quienes deben comunicar inmediatamente al profesor si conocen algún caso. Es por todo esto que la comunicación resulta tan importante, pues deben entender que no solo no les castigaremos por el acoso, sino que no son unos chivatos por decirlo. Al contrario; es tan culpable el que acosa como el que mira para otro lado y no hace nada por evitarlo.


¿Cómo podemos detectarlo?

En primer lugar mediante cambios en el comportamiento de nuestro hijo, dejando de ir a actividades que antes realizaba (patinaje, ir al parque, fútbol) o mostrando un rechazo persistente al colegio, empezando a menudo éste los domingos por la tarde. En segundo lugar, por la aparición de síntomas psicosomáticos, como por ejemplo dolores de cabeza o estómago sin ninguna causa física que lo explique. Un descenso en el rendimiento escolar también debería ponernos en alerta, así como también la presencia de señales físicas (mochila/estuches rotos/perdidos, rasguños, moratones...). Ante esto último suelen responder que ha sido un accidente o que se han caído, así que deberemos leer entre líneas para saber qué ha sucedido de verdad. 

También aparecen síntomas emocionales, como cambios repentinos de humor, miedo, crisis de angustia, problemas de autoestima... Esto a menudo deriva en cambios en los hábitos alimenticios (carecen de apetito o comen compulsivamente) y trastornos del sueño, tanto teniendo dificultades para dormir como mediante la aparición de pesadillas. Por último, el menor suele aislarse de los demás, intentando a menudo evitar ir a las excursiones el colegio o ir/volver solo a la escuela.


Sé que uno de mis hijos es acosado en el colegio. ¿Qué puedo hacer?


En primer lugar, hablar con ellos. Debemos escuchar a nuestros hijos sin poner en duda su relato. Es prioritario que sepan que pueden contar con nosotros, que esto no es culpa suya y que estaremos a su lado hasta el final. En segundo lugar, deberemos informar a los profesores del centro, preferentemente por escrito y pidiendo una cita en la agenda para que quede constancia de que pusimos al centro en conocimiento de los hechos. Si poseemos pruebas debemos realizar copias de ellas, pues serán nuestra principal arma durante todo este proceso. En caso de que el acoso se realizara a través de internet (mail, facebook, skype, whatsapp...) tenemos que realizar capturas de pantalla de los mensajes por más que nos sintamos tentados de deshacernos de ellos. 

En caso de que tras la primera cita no se solucione el problema, pediremos un encuentro con el orientador, tutor o incluso el director del centro. Si consideramos que el colegio nos da largas y/o no responde como debería, estaremos en nuestro derecho de informar a la policía para que nos aconsejen cómo actuar (la policía cuenta con una unidad especializada en casos de acoso, la cual podéis contactar desde aquí). Si pasado este punto la situación no mejora, será el momento de tomar medidas cada vez más serias, ya sea contactar al inspector de educación, la fiscalía de menores o incluso denunciar al colegio. 

Todo esto constituye un proceso largo y tortuoso, pero ante el acoso la inacción no sirve de nada más que aumentar el problema. Es imprescindible mantenernos al lado de nuestros hijos durante todo el proceso, y que jamás olviden que estaremos apoyándoles hasta el final. Nunca debemos decirles cosas como "Pasa de ellos","El mayor desprecio es no dar aprecio" o "Ignóralos", pues a menudo los niños entienden que sus problemas son tonterías y que no deben molestarnos con ellos, cosa que no es cierta y que a la larga nos hará muchísimo más complicado solucionar la situación de acoso. Asimismo, el teléfono 900 018 018 es un número gratuito contra el acoso escolar, activo las 24 horas al día los 365 días del año por psicólogos, juristas y demás profesionales contra el acoso. Otra fuente de información extremadamente útil es la web http://aepae.es/, la cual cuenta con un excelentísimo protocolo de actuación que os recomiendo leer a todos los que busquen todavía más información en el tema. 



Y con esto lo dejamos por esta semana. Hay muchísimo más que decir sobre este tema, pero considero que ha quedado un texto bastante largo y que en caso de seguir su lectura pasaría a ser mucho más técnica y compleja. Como siempre no dudéis en hacernos saber lo que pensáis al respecto del texto, y si os gustaría que retomásemos este tema en futuras semanas hacérnoslo saber en los comentarios.

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